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El misterio del cinturón de seguridad

Es un título extraño, pero, es una mera realidad. Los conductores detestan usar el cinturón de seguridad. Quizá por este abrumador motivo, el gobierno nacional realiza operativos en varios puntos del país para velar que todos los conductores y viajantes, entre otras obligaciones, usen el cinturón de seguridad.

Al pasar frente a la alcabala del operativo, los  funcionarios observan conductores y pasajeros ejemplares, con el cinturón de seguridad perfectamente colocado. Pero lejos de ser un logro de seguridad vial, se convierte en un signo de trampa o astucia típica de estas situaciones. ¿Por qué? Porque los choferes ordenan a todos colocarse el cinturón 30 metros antes de llegar a la alcabala, y luego de pasarla se lo quitan nuevamente.

En consecuencia, siguen provocándose accidentes de tránsito fatales, precisamente porque las víctimas no llevaban puesto el cinturón de seguridad. Un tercio de los choques fatales en el país se deben a este “misterio del cinturón”.

Importancia de usar el cinturón de seguridad

En el continente europeo, por ejemplo, los accidentes fatales son poquísimos, porque existe una cultura de usar el cinturón de seguridad. Es algo casi mecánico, programado: entrar al vehículo, arreglar el retrovisor, y colocarse el cinturón antes de salir.

Esa cultura de organizar todo antes de conducir es tan importante como la vida misma. Entonces, se recomienda usar el cinturón de seguridad porque ante una curva peligrosa, el vehículo puede deslizarse y se pierde el control del mismo, y el cinturón dejará al conductor firme en su asiento, pudiendo con mayor facilidad maniobrar hasta dominar la dirección del vehículo.

Si se presenta un choque de frente o un vuelco estrepitoso, el cinturón sujetaría a los tripulantes, impidiendo, en el primer caso, que se golpeen contra el parabrisas o el volante, o incluso salir disparados; y en el segundo caso, de golpearse contra la carrocería y, probablemente, fallecer. Utilizar el cinturón, en conclusión, es tan importante como abrocharse a la vida.


Todos a reparar las vías

Son muchos los conductores que a diario se quejan del mal estado de las carreteras. Es posible que las autoridades no estén haciendo su mejor trabajo, que la recaudación de impuestos no logre subsanar el problema, o que sean los usuarios quienes ayudan a empeorar las vías de circulación.

Sea cual fuere la causa de la problemática, las vías en mal estado son un problema general: afecta a todos. ¿Qué significa esto? Significa que el ingeniero, el transportista escolar, el taxista, camionero, motorizado y hasta alumnos de escuelas de manejo padecen por igual con estas anomalías.

Sabido lo anterior, se plantea la interrogante: ¿deberá incluirse la previsión de vías en mal estado en la cultura de manejo de los individuos? A continuación se presenta un análisis sencillo de por qué se debería y por qué no se debería incluir. Veamos.

Hay que conducir esquivando hoyos

En el sistema de aprendizaje que emplean las escuelas de manejo latinoamericanas, debería incluirse un método de acción ante las vías en mal estado, sus declives, hoyos, trayectos rotos, y otros problemas afines. Del mismo modo para los choferes en general, porque “si Mahoma no va a la montaña, a la montaña no le quedará más solución que ir hasta Mahoma”.

Se traduciría en algo como: en lugar de esperar que a las autoridades competentes se les ocurra reparar las vías, los conductores deberían asimilar que cada uno de los hoyos en el asfalto no son un problema, sino otra norma de conducción, y así amoldarse con mayor facilidad.

Más incompetencia

Otras personas señalan que de ninguna manera debería incluirse o tomarse a los problemas viales como algo natural, porque generaría, indudablemente, más incompetencia por parte de los gestores encargados de vialidad, seguridad vial y transporte.

Señalan además, que la recaudación de impuestos debería encargarse únicamente de reparar las vías, y el dinero del Ejecutivo Estatal utilizarse para otros problemas de salud pública. A fin de cuentas, una llanta, un amortiguador o una meseta, son repuestos costosos como para dañarlos cayendo en un hueco por la carretera.


El teléfono: agente distractor al conducir

Decir que el teléfono es un factor de distracción mientras se maneja, ya no es un secreto para nadie, mucho menos un tema nuevo. Sin embargo, un 70% de los conductores afirma contestar el teléfono, incluso enviar mensajes de texto, mientras maneja.

Si se conduce a 120 km/h y se desvía la mirada por 5 segundos para contestar el teléfono, el vehículo avanza unos 150 metros a la deriva. Este pequeño análisis supone que mientras se contesta un mensaje, o se busca el teléfono para atender una llamada, no se tiene dominio del volante y, consecuentemente, de las acciones que el vehículo pueda tomar en la carretera.

Ahora bien, existen actualmente dos casos particulares que serán explicados en este artículo: el primero tiene que ver con los smartphone o teléfonos de última generación, y el segundo guarda semejanza con el uso del manos libres.

Dominio de los teléfonos inteligentes

En la nueva década, muchos teléfonos tienen software avanzado, con aplicaciones útiles para el día a día, y muy especialmente, son táctiles o con teclado qwerty. Esto se traduce en que para contestar o enviar un mensaje de texto o revisar alguna información, es necesario, casi obligatorio, utilizar ambas manos, por lo que es imposible mantener el control del volante mientras se está conduciendo. Sin embargo, muchas personas hacen esto sin percatar el riesgo al que se someten.

Manos libres al conducir

Cuantiosos modelos nuevos de vehículos permiten contestar llamadas con un micrófono y audífonos integrados, y, aparte, una gran cantidad de conductores utiliza los manos libres de su celular para atender llamadas. Ambos sistemas permiten contestar mientras se conduce, pero, ¿qué sucede?

Diversos estudios científicos constatan que el cerebro humano, cuando conduce y conversa por teléfono a la vez, no es capaz de dominar a plenitud ambas actividades. Y, siendo más específicos, la que más se domina es platicar por teléfono, quedando la acción de manejar en segundo plano, incluso descuidada y sin control alguno.

Por eso se aconseja que, cuando su teléfono suene o vibre, estacione el coche, y conteste con calma.


“Mataburros” prohibidos en Venezuela

En Venezuela, a los parachoques grandes, rústicos, utilizados en las travesías 4×4, se les conoce como “mataburros”, por hacer alegación de que puede matar a un animal tan fuerte como un burro si lo golpea. Sea o no cierto, el Ministerio del Poder Popular para el Transporte Terrestre decidió prohibir la utilización de estos en las vías públicas.

Estos grandes parachoques pueden, tras un choque, despedazar al vehículo contrario, y esta es una de las razones fundamentales de la prohibición del “mataburro”. Si un vehículo pequeño, con carrocería aerodinámica y frágil, colisiona contra un 4×4 que tiene un parachoques de este tipo, tiene una probabilidad mínima de salvar la vida de sus viajantes. Por otra parte, los viajantes del 4×4 quedarían prácticamente ilesos.

Una prohibición selectiva

Los grandes parachoques de los que hablamos, sólo se podrán utilizar en competencias de rally, trial, carreras en terrenos fangosos, y cualquier otro tipo de actividad que no influya en la actividad vehicular de las localidades.

Quedan excluidos de esta prohibición los competidores de dichas categorías automovilísticas y los vehículos utilizados en vías agrícolas para transportar ganado, insumos o cosechas, siempre y no afecten la circulación vehicular.

De igual forma, y paralela a esta prohibición, se prohibieron las luces HID tanto en rústicos como en vehículos de paseo, por considerarlas un peligro inminente para los conductores que tienen de frente a estas luces. “Es complicado conducir de noche cuando en sentido contrario al nuestro vienen coches con estas luces que impiden ver la carretera”, menciona un chofer ejecutivo.

Repercusión en la seguridad vial

A pesar de ser ornamentalmente, grandes detalles estilísticos, tanto el “mataburros” como las luces HID suponen para otros conductores un riesgo latente de accidentes de tránsito. Tal vez existan formas de conducir frente a una luz tan potente, o cómo esquivar un golpe de este parachoques, pero, la medida gubernamental tiene un trasfondo enorme en beneficio de la gran cantidad de conductores que se trasladan a diario hasta su sitio de labor, o bien, tienen al vehículo como instrumento de trabajo.


Un rayado sin peatones

Son muchas las ciudades que viven este problema. Sus habitantes, aun conociendo que debe cruzarse por el rayado peatonal, caminan por donde mejor les parezca, causando entorpecimiento del tránsito vehicular, más probabilidades de ser atropellados y de provocar accidentes.

Ciertamente, la mayoría de las personas juzga de insignificante que se tenga, obligatoriamente, que cruzar por el rayado. Después de todo, “la gente cruza por donde quiera, ¿por qué ellos deberían estar obligados a pasar únicamente por las líneas blancas en el asfalto?”. Muchísima gente dice eso cuando se le recuerda que debe caminar de un lado de la calle a otro utilizando las líneas colocadas para ese fin.

El cambio del sistema

Al año, son muchas las campañas que realizan instituciones, fundaciones y colegios para concienciar a la población sobre el uso de las señales de tránsito, la conducción responsable y los riesgos que acarrea el irrespeto a estas dos cuestiones. Sin embargo, los individuos prestan poca o nula atención a estas recomendaciones, por lo que se considera a estos “detalles insignificantes”, como cruzar por el rayado, un problema cultural, un mal hábito general que requiere un cambio profundo en el sistema de vida.

Una encuesta realizada en la ciudad de Caracas, arrojó que 8 de cada 10 personas cruza la calle sin utilizar el rayado, ni fijarse en el semáforo. Muchos enfatizan que “hay que pasar rápido” o “el rayado está de adorno”.

Influencia en las escuelas de manejo

Las escuelas de conducción o autoescuelas, en vista de la falta de cultura organizacional en los peatones, deberían, como manera de contrarrestar los riesgos de conducir entre la gente, incluir en su sistema de enseñanza clases de conducción con peatones cruzando por cualquier lugar, con el semáforo en verde o parados en medio de la calle.

Si bien es cierto que la falla está en los peatones, temporalmente es más seguro y posible que los conductores aprendan a manejar así, que pedir a los peatones que respeten las normas de seguridad y tránsito.