La movilidad sustentable es una preocupación que la autoescuela tiene la posibilidad de asumir como responsabilidad particular y como oportunidad de negocio al mismo tiempo. Un círculo en el que gane el medio ambiente, nuestros clientes y la autoescuela.
Hemos hablado antes en este blog de las posibilidades de expansión de la autoescuela en una medida o en otra. Ya sea pensando en soluciones de negocio y también de enseñanza-aprendizaje que estén relacionadas con la tecnología o con la focalización de nuevos programas. Hoy apuntamos un tanto hacia la visión de la autoescuela como un centro de soluciones diversas.
Por lo regular, en las ciudades con mayor parque vehicular y, a su vez, mayor densidad de población conductora (según extensión en KM2) se dan dos fenómenos bien definidos. Por un lado, el caos vial se incrementa sensiblemente y, por otro, el número de conductores que conduce o muy bien o muy mal se incrementa. Con lo que se genera una brecha que no deja de ser paradójica.
Al mismo tiempo crece, evidentemente, tanto la oferta como la demanda de buenas escuelas. Es el caso de las autoescuelas en Venezuela, particularmente en Caracas. En donde hay 3 800 000 habitantes en una extensión de 777 Km2, lo que da una densidad de población de 4 890 por Km2.
El parque vehicular es de un millón de automóviles y se incrementa en 80 000 unidades por año. Y, hay que considerar que de cada 100, solamente 2 son vehículos de transporte público. De ningún modo es esta la receta para el caos, pero la situación sí está cargada de detalles que generan un clima vial muy particular con claras tendencias a la tensión y la falta de respeto.
Lo mejor que pueden aportar las autoescuelas en Venezuela, por tanto, es la excelencia en sus programas de enseñanza. Tanto para dominar las cuestiones técnicas de la conducción experta, como no olvidar que todo aquel que conduce es un ser humano y merece respeto.
Esta parte del programa de autoescuela es considerado casi por todas las instituciones, pero es muy raro un sitio en el que verdaderamente cobre sentido, en la mayor extensión de la palabra, y reduzca el estrés por conducir en ciudades de esta naturaleza.
Las autoescuelas en Venezuela no tienen otra opción, pero además es positivo, porque tienen la oportunidad de conectar su pasión por el negocio en pasión por el bienestar común y, de paso, innovar en los programas de autoescuela hasta ahora disponibles. Hay que recordar siempre que enseñar a conducir es mucho más que mover un automóvil.
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El modelo de negocio que haya adoptado nuestra autoescuela en particular requiere de dinamismo; atención constante en la reingeniería de procesos y la mejora contínua. Para ello es vital contar con un departamento de innovación y desarrollo o bien dedicar un tiempo establecido y constante a esta tarea.
En el amplio ecosistema de autoescuelas que hay repartidas en nuestro continente y que enseñan desde muy diversos métodos y programas, es preciso tener en cuenta, por todos, el documento elaborado por la Cepal de la ONU, titulado, «La seguridad vial en la región de América Latina y el Caribe. Situación actual y desafíos».
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