Si bien es cierto que la calidad de los instructores, la disponibilidad de los autos doble comando y la práctica propiamente dicha marcan el perfil de una empresa, una buena escuela de conducción debe ofrecer además un buen salón para el desarrollo de las clases teóricas.
Es cierto que la conjunción de lo expuesto anteriormente no debe faltar, pero muchas veces el espacio físico para la educación teórica no suele revestir importancia para los dueños o apoderados de la academia. Pero existe una gran realidad. Muchos de los futuros alumnos ingresan a las oficinas para recavar información acerca de los cursos de manejo y es muy importante que se lleven una positiva primera impresión de las instalaciones.
La instrucción en el aula debe tratar de ser lo más gráfica posible, planteando la posibilidad de visualizar videos, compartir experiencias, gráficos de señales de tránsito y demás elementos que se crean necesarios. Las maquetas, pese a ser anticuadas para muchos, suelen ser muy útiles gracias a la posibilidad demostrar y explicar con las aclaraciones necesarias las diferentes situaciones que pueden ocurrir durante la conducción de un vehículo.
Generalmente los simuladores de conducción son softwares de computadora, en el que el aprendizaje apunta a explorar, descubrir y tomar decisiones en el momento justo. Los ambientes son creados para recrear situaciones en las que los estudiantes adquieren aprendizaje y conocimiento a partir de una simulación. El objetivo es enfrentar al alumno con diferentes situaciones que se suceden en el mundo virtual, pero que en algún momento deberán concretar en un ambiente y situaciones reales de manejo.
El costo de adquirir un buen simulador, en el caso de que aún no se tenga, es elevado. Pero no deja de ser una gran inversión debido a la gigantesca ventaja que se saca ante la competencia, lo que se traduce en mayor cantidad de alumnos, mejor experiencia para éstos, más recomendaciones de boca en boca y, en definitiva, mayor grado de rentabilidad del negocio.