LA NIEBLA.
La conducción con niebla reduce la visibilidad y a la adherencia, con lo cual debemos adaptar la velocidad según sea la intensidad de la niebla y aumentar la distancia de seguridad con respecto al vehículo que circule delante. Deberemos de utilizar el alumbrado correspondiente.
NUBES DE POLVO O HUMO.
En estos casos deberemos adaptar la velocidad según la visibilidad y aumentar la distancia de seguridad, encendiendo las luces de corto alcance.
EL SOL.
El sol puede deslumbrar al conductor. Para evitar el deslumbramiento directo del sol utilizaremos el parasol o bien gafas oscuras. Si aún así no es posible protegerse de los efectos del sol, reduciremos velocidad, y si fuera preciso detendríamos el vehículo.
También es importante recordar que podemos ser deslumbrados por los faros de otro vehículo. Un deslumbramiento puede llegar a provocar una ceguera temporal en determinadas circunstancias
EL VIENTO.
Cuando el viento sopla de costado supone un gran peligro para circular, ya que puede variar la trayectoria de del vehículo e incluso llegar a volcarlo. En este caso se reducirá la velocidad y se corregirá la trayectoria del vehículo sujetando el volante con firmeza y sin rigidez moviéndolo en dirección contraria al viento. Es decir si el viento sopla de derecha a izquierda, el volante se girará hacia la derecha y si sopla de izquierda a derecha tiraremos del volante hacia la izquierda.
Cuando el viento es racheado o a ráfagas, aún se hace más peligrosa la conducción, sobre todo al cruzarse con vehículos voluminosos o al pasar por taludes, barrancos, edificios, montañas, arboledas, etc., ya que estos elementos se contraponen a la acción del viento. Con este tipo de viento los vehículos más afectados son los de dos ruedas, los voluminosos y los conjuntos de vehículos.
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Javier Merino
Profesor de Formación Vial